POETA DE LA NEGRITUD

Aimé Césaire (1913-2008)

Abiola Irele


Después de la muerte de Senghor, en 2001, Césaire era el último sobreviviente de una temprana generación de escritores negros francoparlantes que, en los años de entreguerra, atrajeron la atención hacia el orden colonial francés y desafiaron las reglas que racionalizaban el discurso del imperio. Es justo decir que la obra de Césaire representa la más vehemente expresión de la postura anticolonial y la más poderosa evocación de la experiencia negra en su completa perspectiva histórica y emocional.


Para comprender el sentido lato de agravio histórico que encierra la obra de Césaire, necesitamos recordar el predicamento de los intelectuales negros de su generación, un predicamento que creció en la humillación que habían internalizado como un urgente factor de autoconciencia. Para Césaire, el primer punto de referencia para el complejo de emociones de la experiencia colonial era la memoria de la esclavitud, el antecedente histórico de su estatus como sujeto colonizado.


La correlación entre la sistemática devaluación de las culturas originarias de África y la constantedenigración de la raza negra desde el siglo XVIII, dio una especial dimensión al malestar psicológico que viene de ser un Caribeño: siempre la carga de vivir en una ambigua relación con la sociedad

francesa y su cultura.


Toda la obra de Césaire, aun la más asertiva, lleva la carga natural de luchar con una conciencia escindida. Cuando encuentra a Senghor en París, en 1930, tomó conciencia de la dimensión Africana de su ser, aun cuando el ancestral continente permanecía a distancia de su visión.


Pero fue con su descubrimiento de los poetas de Harlem cuando Césaire apuntaría hacia lo que llegaría a ser la fuerza central de inspiración de su obra, que encontraría una magnífica expresión en su obra maestra, Cahier d’un retour au pays natal , una épica de la experiencia colectiva de la raza. Es en el centro del poema que Césaire ha puesto la redefinición de la esencia negra, para la cual acuñó el término “negritud”.


mi negritud no es una piedra, es sordera tenida contra el clamor del día

mi negritud no es un film de agua muerta en el ojo muerto de la tierra

mi negritud no es tampoco una torre o una catedral

ella cava en la rojo descarnado del suelo

ella cava en el incendio descarnado del cielo

ella cava en los oscuros aumentos que acaban con su honrada paciencia


El exultante tono de este pasaje y la pasión que corre por el poema cuentan el hecho de que el Cuaderno es tenido como el texto fundador de la Negritud, y convence como una postura original aun a aquéllos que desechan la elaboración del término de Senghor como una esencia negra. El Cuaderno es también leído como un equivalente lírico de la fuerza del poeta procesando la empresa colonial en su Discurso sobre el Colonialismo, un trabajo cuya significación deriva no tanto de su análisis sociológico del fenómeno que examina, sino de la apreciación moral de los actores envueltos en la aventura colonial y su insistencia de la inevitable deshumanización del colonizador.


La riqueza alusiva y la densidad del idioma de Césaire han hecho de su poesía en gran parte inaccesible a la mayoría de sus lectores, de modo que su reputación en los últimos años ha descansado en sus obras de teatro, especialmente La tragédie du roi Christophe, una meditación del infeliz estado de Haití después del derrocamiento de la esclavitud. La crisis del Congo, que emergió a principios de los sesentas y el atestiguado martirio de Lumumba, inspiró su segunda obra de teatro, Une saison au Congo , cuyo guión dibuja un paralelo entre el precedente haitiano y la situación contemporánea de África.


La identificación entre la diáspora negra y África, un prominente tema en la obra de Césaire, adquiere un nuevo nivel en su obra dramática, porque Césaire escribe menos como un observador comprometido que como un poeta atrozmente consciente del drama que a escala elemental está representado en el Congo: la inversión de un viejo orden extendiéndose en la disrupción del orden universal, pero fuera del cual una nueva vida puede emerger. De esta esperanza, Césaire hace de Lumumba un profeta: “Como África, sé que, pese a todas sus debilidades y sus divisiones, ella no nos fallará. Porque después de todo de su tamiz, sol o agua –de su solemne acoplamiento-, aquí nació el hombre”.


El pasaje lleva el simbólico significado que Césaire otorga a África. En toda su obra África sirve como la imagen fundamental y la referencia espiritual a la cuestión de una liberación que implica una renovación del mundo. Esa es la cuestión registra en las siguientes líneas en las que el poeta resume la

profunda importancia de la experiencia negra:


ellos han preservado sus ojos intactos

más allá de la más frágil sombra de la imperdonable imagen

para la más memorable visión de un mundo por construir

por la fraternidad que no puede sino venir

aunque inestable



(Traducción de Ricardo Echávarri)


 

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