DE NOCHE EN HAITÍ

ANDRÉ BRETON

Puerto Príncipe, 9 de enero de 1946


De noche en Haití las hadas negras sucesivas llevan a siete centímetros por encima de los ojos de las piraguas del Zambezo, los juegos Síncromos de las puntas de lanza ,los campanarios coronados por un combate de gallos y los sueños del edén que retozan descaradamente alrededor de la desintegración atómica. A sus pies Wifredo Lam instala su "VeVer", es decir el maravilloso y siempre cambiante fulgor que cae de los vitrales inverosímiles trabajados de la naturaleza tropical sobre un espíritu liberado de toda influencia y predestinado a hacer surgir, de ese fulgor, las imágenes de los dioses. En un tiempo como el nuestro, no nos sorprenderemos de ver prodigarse, aquí provisto de cuernos, el loa encrucijada "Elleggua en Cuba-que sopla sobre las alas de las puertas. Testimonio único y estremecido siempre como si fuese pesado en las balanzas de las hojas, vuelo de plumeros en el fondo del estanque donde se elabora el mito de hoy, el arte de Wifredo Lam se dispara desde ese punto donde la fuente vital refleja el árbol misterio, quiero decir el alma perseverante de la raza, para regar de estrellas a el DEVENIR que debe ser el mayor bienestar humano.




MAGLOIRE-SAINT-AUDE

André Breton




De doce a quince versos, no más, comprendo vuestro deseo: la piedra filosofal, o casi, la nota inaudita que domeña el tumulto, el diente único donde la rueda de la angustia engrana con el éxtasis. Podría buscarse a quien, después de la Esfinge, haya acertado, hasta tales límites, a detener al que por allí pasa. En la poesía francesa, a veces, Scève, Nerval, Mallarmé, Apollinaire… Pero bien sabéis que todo está hoy suelto en demasía. Hay una sola excepción: Magloire- Saint-Aude.




Cuando me pregunto cuál sería la obra contemporánea para la que no sabría yo encontrar caracteres suficientemente bellos –por alcanzar en ella le lenguaje y la actitud poética su punto supremo, en mi opinión-, vuelvo infaliblemente a los dos delgados libritos: Dialogue de mes Lampes y Tabou, publicados en Haití en 1941, por Magloire-Saint-Aude. El hecho de que los aproximadamente doscientos versos que los componen no hayan tentado todavía a un editor francés es de por sí buena prueba de una decadencia del sentido de la calidad.


Aquí, por fin, no más confidencias ineptas. El soberbio desdén del poeta, en cuya cuna el hada caribe ha encontrado al “hada africana” sorprendida por Rimbaud, y del que yo no olvidaré jamás las inflexiones que una noche tuvo –portadoras de la isla prodigiosa-, le protege felizmente de nuestros rumores, imposible y a salvo, al lado de una botella de ron.



SILENCIO


Sarro en los dientes, en las suertes, en los choques caoba

Sobre nueve ciudades.


*


Magdalenas en encajes de gualda.


*


Nada el poeta, lento, doliente,

Para morir en Guadalajara.


*


La mañana entra en mis mangas.

Escribo para la emoción y la Camargo.

Decid, implorantes, la jactancia

Cuando Maud me espera en el mundo.


*


Mi guiñol, de destronado homenaje,

Respalda, en mi gran fiesta, tus  largos ojos fríos

Y, como en el baile de los trece amigos,

Escucho al Mongol de ojos muertos.



Traducción de RAMÓN CUESTA y RAMÓN GARCÍA FERNÁNDEZ




La llave de los campos. Madrid. Editorial Ayuso. 1976. Págs. 123-124.




 

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